CAMINO DEL NORTE . Ribadedeva. Encrucijada de caminos peregrinos: Templarios, vírgenes negaras y mansoleas
Pero la cuestión de la esencia
del Camino es más compleja de lo que uno se imagina, pues digamos que uno va
ignorante un poco de todo y se olvida de que antes que uno, ya han pasado por
estos lares, miles y miles, de peregrinos, en pos de realidades como San
Salvador de Oviedo, y otros muchos tras la inventio y trasladatio
jacobi, sin muchos más miramientos.
Solemos caminar, tras las marcas amarillas como pájaros bobos tras el grano, ajenos al entorno, pues el excelso paisaje no nos deja ver el horizonte tan esotérico que rodea nuestro caminar, y al final los Caminos se reducen simplemente a dos líneas.
Bien lo sabe el Beathus,
que las combatió, y cuyas acometidas sufrió el obispo Elipando de Toledo como
buen adopcionista que era, y contra quien también cargó Alcuino de York, y
menos mal que la cosa de vigilar la ortodoxia se quedó en la fronteriza línea francigena del
Camino Francés, pues por estos lares astur-cántabros y galaicos cada uno debió
andar a su manera y pensar o rezar a quien le viniera bien en cada momento.
Sea como fuere, el caso es
el Camino de Santiago al paso de Cantabria a Asturias, no ha ido por los
predios esotéricos de Tina y San Emeterio, que quiérase o no fueron
sacralizadas las antiguas creencias con nuevas imposiciones monásticas y
eclesiales, que se enraízan con lo viejo, lo ancestral, aquello que se guardaba
y atesoraba en el fondo de la Cueva del Pindal. No hay nada más que
pasear por esos predios para que el saber y el conocimiento antiguo nos asalte.
Pero digamos que todo eso parece quedar para hippies, y gente extraña, esos que andan con
runas y gnosticismos varios, esos que casan bien con el espíritu
también singular de habitantes de la zona alta de la ruta que os he ido
hablando, los mansoleas.
El Camino de la Pregrinatio
jacobita digamos que por etas tierras astures se realizó desde
perspectivas más pragmáticas, pues buena excelencia es que
los curricaminos dejen duros y doblones a cada paso o esquina,
y no se entretengan con historias
Deben saber aquellos que
peregrinan por estos predios que ha este cauce fluvial de dos amores
imposibles como son el río Cares y Deva que vienen juntos a morir de su corto
devaneo que empieza en Panes y fallece en Bustio en la remansada de
Bustio, a cuyos pies arrulla o ensordece las aguas del Cantábrico.
Pues bien, de esas tierras
arriba, del territorio lebaniense, de donde viene el río Deva, cuyo nombre
recuerda a la vieja mitología céltica de tonos acuáticos como es Deva, nombre
de hembra, aunque el ´rio no es ría, pero esas aguas vienen de diversas
confluencias de riegas en lo extremo de la Liébana diversa, tierra de godos y visigodos,
allí donde habitó Pelayo y Favila, y donde también habitó el famoso monaco ortodoxo,
como lo fue el Behatus.
Otra vereda más recta, es la que viene de Frómista, arrancando también desde el Camino que gobernara Cluny, y que tiene en Vanes y Cantamuda como lugares de advocación bajo la figura de San Salvador, y cuya traza llega al pie de San Martin de Turieno, cuna de eremitas, y cenobio de los dúplices Toribios, aunque uno fuese de Astorga y el otro de Palencia, y cuyo monasterio fue y es conocido como Santo Toribio de Liébana, de ahí que ya se hablase en su tiempo de la questio turibiense.
También de lo profundo de la montaña cántabra llega a Liébana otra Vereda, la que se deja caer después de una larga subida desde Traslapeña y tras una gran bajada se arremolinan los romeros en torno a la iglesia de San Salvador de Luriezo, tras cruzar los altos collados de Traslaventa y Pasaneu.
Para que vean que estamos en
tierras santificadas ya desde tiempos viejos, predios ocupados por diversas
deidades no cristianas. A estas alturas se ha de notar que las ignorancias son
varias y variadas, pues a dia de hoy no sabemos si hubo godos o visigodos, si
hubo tantos monasterios como se dice, y pocos explican como en Turieno, o en Pembes
pudieran darse a la recreación del apocalipsis mediante pinturas, sin que nadie
nos hable de las creencias de aquellos momentos.
De lo poco que sabemos, bien se puede resumir en que a pocas leguas de Bustio, en el lugar de Turieno, hubo y hay, un cenobio desde cuyo scriptorium un monje, el Beathus dibujó el famoso Apocalipsis, lo que al final se dio en llamar el Beato de Liébana, el cual abrió la caja de pandora de los libros miniados, llamados beatos.
Pero para que vean lo que son las cosas, en ese cenobio lebaniense, el Beathus, fue ya en su tiempo un cruzado de la ortodoxia romana, siendo por otra parte el primer divulgador de la figura de Santiago y de la peregrinatio jacobea por España.
Ya ven como se explican las
cuestiones de la historia y la identidad territorial.
A la altura del pueblo de las cuatro casas que conforman el poblamiento de Bustio, nuestro camino “oficial” y por tanto santificado por autoridades sacras y profanas, deja de lado el territorio mansolea, como luego sucederá en otro lugar, en el Bierzo, donde el camino de bajada de Foncebadón hacia Molinaseca, se deja de lado toda una increíble historia referida a la famosa Tebaida berciana, con uno de los más importantes hitos como es la creación de la iglesia visigoda de las manos de San Fructuoso y San Valerio, y crearan mucho antes que San Benito, la llamada Regula Monachorun, pues no dejaban de ser los incipientes padres eremitas metidos a monjes ya que de sus manos también saldrá la Regula monástica comunis.
Pues lo dicho a todo esto
da la espalda al Camino, dejando de lado inputs como el Acebo, o elviejo monasterio de San Pedro de Montes, sin olvidar la iglesia mozárabe de
Santiago de Peñalba que, pese a ese nombre, el Camino la obvia, así como la
pequeña ermita de la Santa Cruz, donde ví por primera vez la cruz astur con el alfa y omega en piedra, y fuera de mis tierras astures.
Eso es lo que se obvia por aquello de dar pleitesía a Ponferrada.
Pero volviendo a los predios del
concejo de Ribadedeva, en esta zona de confluencias fluviales, y
peregrinaciones, existen también caminos jacobeos paralelos de no menos
importancia y esoterismo que el afamado Camino de Santiago, pero que hoy se nos
han quedado fuera de nuestra atención, tan mediatizados como vamos por las marcas,
las guías o el móvil.
Caminos que ya conocían de antaño
otros peregrinos, que, desde la zona de San Vicente por otros lares, como por
ejemplo irse hacia Cades para entrar por Merodio hacia la fronteriza tierra de
Panes, y hacer de este modo el camino de invierno astur, el llamado Camino de
los Francos, un camino que se salta las tachuelas que para los peregrinos
suponía cruzar las rías de Tina Menor, o Tina Mayor, o los cauces fluviales del
Guadamía o el Sella.
Por eso se aventuraban por las
Veredas de San Salvador de invierno, que iban por el interior de Asturias, al
abrigo del Cuera, por la vertiente sureña por San Salvador de Abándames o San
Salvador de Plecín, a través de la vieja calzada romana de Jana /una de las
siete mujeres a las cuales se dice que Dios le dio el poder de la profecía.
Pero vuelvo a donde dejé el
relato el otro dia, o sea en la entrada del venteado pueblo de Pimiango, cuna
de los famosos mansoleas, tras dejar atrás el esotérico espacio lleno de
misterios como el que nos ofrecen lugares como Tina y San Emeterio, nos vamos
carretera arriba, no sin echar antes un vistazo al faro de San Emeterio, que se
construyó en el año 1860 con objeto de señalar dicho saliente al mar.
Dicho faro radiante está orientado para dar luz a la navegación en ruta, o sea guiar las embarcaciones hacia la ría de Tina Mayor. En los primeros tiempos era nombrado Faro de Tina Mayor en la punta de San Emeterio. El referido proyecto fue llevado a cabo por el ingeniero Rafael de la Cerda. Una vez terminado éste se procedió a la instalación de los diferentes aparatos cuyas características más importantes eran: aparato catadióptrico de tercer orden. Luz fija y blanca, y un alcance de 15 millas. ¡Hay¡la Luz…siempre la luz…, la cual recibe el recipiendario en logias tras sus viajes cuasi místicos, y de nuevo resucita en el tercer orden tras los cinco puntos del compañerismo.
Un poco antes de llegar al pueblo
de Pimiango, tenemos un soberbio mirador sobre la zona marítima, sobre la
llamada costa de Tor, tal y como la referenciaba el poeta Celso Amieva
recordando a Thor, el dios del trueno de los escandinavos, que bien pudieron
haber venerado los normandos, a los que se les supone una destacada y activa
presencia en estas costas” se
supone que detrás de los ricos jamones de los puercos y de las fuertes grupas
de las hembras del lugar, porque perras y doblones, de eso debía de haber más
bien poco.[3].
Esto de las míticas ya saben cómo
son, se dice, pero luego es bueno probarlo, en ese sentido, y será bueno que el
peregrino lo sepa, hay más bien contados pueblos astures que puedan ser
divisados desde el mar, o sea que alguna escaramuza debía de haber por estos
lares como para que los pueblos fueran construidos en las vallejas a prueba de
avariciosas gentes venidas de allende de los mares.
En la zona mansolea hay cierto deseo de relacionar la raíz normanda Tor con la gran cantidad de topónimos que hay en la zona, como Toriello, Toero, Toranda, etc.
Me quedo por unos instantes en tan venteado mirador mirando el amplio mar cantábrico, y pensando en cómo el personal se ancla a las tierras, pues si hay un lugar castigado por los Amenoi (vientos) Bóreas, el viento del norte que traía el frío aire invernal; Notos, el viento del sur que traía las tormentas de finales del verano y del otoño; (Ilíada II,145) Céfiro, el viento del oeste que traía las suaves brisas de la primavera y principios del verano; (Ilíada II,147) Euros, el viento del este, que no estaba asociado con ninguna de las tres estaciones griegas y es el único de estos cuatro que no se menciona en la Teogonía de Hesíodo ni en los himnos órficos. Bóreas y Céfiro suelen ser mencionados juntos en Homero, al igual que Euro y Noto. (Ilíada II,145), pues esa cualidad de ser una tierra segada por estos quehaceres homéricos, la reúne el pueblo de Pimiango
A Pimiango desde el mirador de
marras, se llega en dos patadas, aunque antes nos persignaremos como buenos
cristianos y peregrinos ante la Quintana de los Muertos, por
aquello de rendir un silencioso recuerdo a los que pasaron al Oriente Eterno.
Cuando llego al poblamiento de Pimiango siempre me acuerdo de aquel decir de los antañones maestros de escuela que cuando nos encontrábamos embobamos con las moscas que revoloteaba, tras el pescozón salían con aquello de “¿Estás en Piminago?”
Ahora que
conozco Pimiango, el lugar tiene poco para embobarse, este poblamiento es
más bien pequeño, y como tal se halla en la cumbral de la sierra por cuyo
motivo es barrido por todos los vientos dominantes, lo que hace que la
villa forme un círculo de protección donde casi todas las casa presentan su
fachada más fea y cerrada a los cuatro punto cardinales, y las puertas de las
casas se construyan hacia el interior, lo cual le da un aspecto de cierto
aislamiento que además debieron trasmitir sus viejos habitantes, los mansoleas[4] a
su idiosincrasia y como no al urbanismo del pueblo.
Estos hombres y mujeres, los
mansoleas tenían una lengua propia, y cuyo patronímico parece venir según dice
Jaime Izquierdo de de man, hombre y de solea, suela, es
decir de los zapateros (hombres de la suela).
Estos zapateros (hombres de la
suela) caminantes de las tierras calizas y luego de las terrosas de la
meseta, eran portadores de cierto saber ancestral vivido y percibido de sus
predios de misterio: Pindal, Tina, San Emeterio. Etc.
En general estos mansoleas eran gentes trashumantes, pues se encontraban la mayor parte del año fuera de casa, ya que tan solo venían a pasar con los suyos las fiestas del pueblo. “Por aquellos años en los que los mozos cruzaban "los arcos del palaciu" con un hatillo de ropa, un poco de borona y un futuro incierto por delante, dejando en el dintel de la puerta los rostros de los viejos con su pañuelucu negro y su boina zaida y parduzca”.
Estos personajes además de hablar
una curiosa jerga profesional eran unos grandes fabuladores como así lo demuestra,
aunque esté sin probar que uno de ellos fuera compañero de viaje de Hércules en
sus trabajos, eso se refiere en las largas noches pimiamanguesas a la luz de la
lumbre.
Aunque hay historias más cercanas
y contrastables como la aventura del uno de estos zapateros, un gran mansolea
que fue un falso cura que ejerció en el pueblo lebaniego de Tresviso, que hizo de. «belurdieru panizu» (falso cura en mansolea)
Se dice y se cuenta que en las calendas de 1842 un zapatero de Pimiango, de 61 años y por más señas llamado José Manuel de Cue y de la Borbolla, se proveyó de la correspondiente sotana y puso camino a la aislada aldea de Tresviso, donde se hizo pasar por sacerdote y ocupando durante un cierto tiempo la plaza de presbítero que se encontraba vacante en la localidad cántabra de Tresviso.
Esta historia cautivó al escritor
llanisco Celso Amieva, quien basándose en noticias que le proporcionó a su vez
el poeta llanisco Emilio Pola, escribió sobre el zapatero remendón que además parece
ser que utilizó su jerga gremial, llamada mansolea, a modo de singular latín
por aquello de dar el pego, como además había sido monaguillo en su primera
juventud le sirvió de mucho en el desarrollo de sus nuevos quehaceres
eclesiásticos.
Al cabo de seis meses de estar
ejerciendo el sacerdocio fue reconocido por un mendigo, que según la leyenda y
según el poema, le descubrió el sacristán como acota el poeta Amieva.
Trasladado a Oviedo, permaneció
en la cárcel seis meses. No sabemos que sería a partir de este momento de este
mansolea, un buen pillo y granuja, al que Celso Amieva dedico estos párrafos.
<.... Mucho tarda en llegar el aviso / mucho tarda en cruzar el puerto. / La alta parroquia lebaniega se impacienta, / que el nuevo párroco nunca llega. / Murmura amargamente / del Obispo la gente. / Aislado en su nido de los Picos de Europa, / Tresviso es pobre y rudo; su flamante pastor,/ que debe tentarse bien la ropa / para allí apacentar ovejas del Señor. / Entre tanto el rebaño a solas pace. / Mas, Su Ilustrísima ¿qué hace? / La villa de Tresviso critica ya muy recio / aquel episcopal desprecio. / El párroco de Sotres, de manera interina, / Ya se ocupa de Tresviso........ <...Ya dijo san Gregorio Nacianceno / que el feligrés más bueno / no es el que reza mas, hermanos míos, / sino el que de mañana / coge valientemente sus atavíos / y sudando se afana / por llevar él a cabo labor como de dos. / Según este gran santo, / El trabajar así responde a cuanto / en sus diez mandamientos manda Dios / He aquí lo que predica / el de Tresviso nuevo cura, / quien su sermón aplica / y trabaja por tres, con mano dura. / Misa, rosario, confesión, novena, / catecismo, bautismo, comunión, / viático, entierro, boda.... nada llena / su jornada, su celo, su pasión. / Le hace falta algo más, otro trabajo / suplementario. Su cajón ha abierto / y remienda zapatos a destajo / y hace corizas para los del puerto, / chácharas historiadas para críos, / borceguíes arrieros / para mozos bravíos / y es un fénix de curas y un as de zapateros. / Tresviso está maravillado / y, como sigue el santo ejemplo / que le viene del templo, / saldrá beneficiado. / El queso de Tresviso, / merced a esmerada labor, / va a cubrir de oro al productor / y la villa será un paraíso. / Hay que imitar al cura de Dios obrero, / Mas obrero también del cuero / quien se gana la vida con holgura. / Todo el mundo es a la tarea, / en Tresviso impera la paz. / Por el cura señor don Crispín MANSOLEA, / la tronera del pueblo se torna buen rapaz. / Mejor se avienen los vecinos, / murmuran menos las mujeres, / no se emborracha el tio Longinos, / formalizan los mozos sus quereres. / La vida montañesa es menos ruda, / pues impera la mutua ayuda. / Tresviso está de su pastor ufano, / cántale loanzas sin fin. / Es verdad es un cura muy aldeano / y mal farfulla su latín, / un latín que se entiende poco, / mas... de Tresviso en el confín / nadie sabe latín tampoco. / El cura mansolea sabe jugar al tute si el caso se plantea, es buen conocedor de quesos, / a la bota de Liébana da larguísimos besos / y es todo un hombre/ Atento a no menoscabar su fama, / vive en la rectoral sin ama. / ¿Qué valen a su lado los más famosos curas que la comarca ha visto......?>>.
Como vemos el pueblo, el mansolea
fue poco estudiado e ignorado casi por completo, del cual se conserva su jerga gremial, pero no por ello dejaron de ser doctos en el saber sobrevivir,
lo cual recuerda por situación y ubicación a la de otros pueblos que están en
el camino: los agotes en Navarra, los maragatos en Astorga, o los cercanos
vaqueiros en el camino de Tineo, o en el costero que nos ocupa y en el que
ellos ocupan un destacado lugar
En el diminuto pueblo se levanta
con orgullo el busto del teniente coronel Emilio Villegas Bueno, fallecido en
Ramla (África) en diciembre de 1924.
También en la villa existe una antigua veneración por una imagen de la virgen que se trajo del Monasterio de Tina, que tiene mucho que ver con las vírgenes negras de la tradición hermética, debido a su forma y posición dicha figura, y algunas cosillas más que se hace largo explicar, la cual está depositada en la ermita de otro santo caminero como es San Roque. La figura de San Roque suele aparecer indicando la rodilla desnuda, (como mandan los cánones esotéricos) y en algunas ocasiones aparece con la cruz del temple, tal y como se muestra en una estatua existente en el Ayuntamiento de Zaragoza.
La rodilla izquierda es, -el
simbolismo de los constructores-, una señal de reconocimiento, un testimonio de
estar en el secreto de la rótula, del compás, de las leyes divinas de la
construcción, y es a su vez, la rodilla, una parte del cuerpo humano que en la
ceremonia de iniciación los profanos que desean penetrar en el Hermandad de
Hiram deben enseñar.
Pero dejemos estos viejos arcanos
que nos podían llevar tantas páginas y bien hacia Colombres o bien hacia la
playa de la Franca, pero eso será en esta entrega pues está aquí
concluye.
[2] Francisco
Jordá Cerda. Guía de las cuevas prehistóricas asturianas. Ediciones
Ayalga 1976
[3] Izquierdo
Vallina, Jaime: El país de Celso Amieva (Guí a la costa Oriental de
Asturias y la sierra del Cuera. Edt. KRK. Oviedo 1999.
[4] Mansoleas: zapateros que salían a trabajar su oficio por otros pueblos o ciudades. Entre ellos hablaban la jerga o idioma mansolea, para que no los entendieran y hacer así la venta o el trato de su trabajo a su gusto y antojo.
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