El Camino Jacobeo por Asturias y los Mansoleas (Ribadedeva)

 


Creo que se me ha ido la pluma en la entrega anterior, pues creo que hubiera debido ponerles en situación, pues la vulgata del relato jacobeo expresada en guías y libracos de promoción varia suelen hacer una especie de cucurrimus y en un pis pas se plantan en Llanes, y como quien no quiere la cosa en Oviedo. como hizo con Santiago el rey Alfonso II.

Pero la cuestión de la esencia del Camino es más compleja de lo que uno se imagina, pues digamos que uno va ignorante un poco de todo y se olvida de que antes que uno, ya han pasado por estos lares, miles y miles, de peregrinos, en pos de realidades como San Salvador de Oviedo, y otros muchos tras la inventio y trasladatio jacobi, sin muchos más miramientos.

Solemos caminar, tras las marcas amarillas como pájaros bobos tras el grano, ajenos al entorno, pues el excelso paisaje no nos deja ver el horizonte tan esotérico que rodea nuestro caminar, y al final los Caminos se reducen simplemente a dos líneas.



Creemos que somos como un espécimen único en la peregrinatio y que caminamos por el auténtico trazado en pos de Campus Stellae, y sin embargo ya en la entrega anterior, hemos visto que apenas unos pasos más allá de nuestro rectilíneo camino aun lado, se abre todo un campo lleno de esoterismos varios, eso sin escarbar mucho, pues no quisiera yo remover mucho de su tumba al Beato de Liébana, al mentar las diversas corrientes mistéricas y heréticas que por estas tierras hubo.

Bien lo sabe el Beathus, que las combatió, y cuyas acometidas sufrió el obispo Elipando de Toledo como buen adopcionista que era, y contra quien también cargó Alcuino de York, y menos mal que la cosa de vigilar la ortodoxia se quedó en la fronteriza línea francigena del Camino Francés, pues por estos lares astur-cántabros y galaicos cada uno debió andar a su manera y pensar o rezar a quien le viniera bien en cada momento.

Sea como fuere, el caso es el Camino de Santiago al paso de Cantabria a Asturias, no ha ido por los predios esotéricos de Tina y San Emeterio, que quiérase o no fueron sacralizadas las antiguas creencias con nuevas imposiciones monásticas y eclesiales, que se enraízan con lo viejo, lo ancestral, aquello que se guardaba y atesoraba en el fondo de la Cueva del Pindal. No hay nada más que pasear por esos predios para que el saber y el conocimiento antiguo nos asalte.


Pero digamos que todo eso parece quedar para hippies, y gente extraña, esos que andan con runas y gnosticismos varios, esos que casan bien con el espíritu también singular de habitantes de la zona alta de la ruta que os he ido hablando, los mansoleas.

El Camino de la Pregrinatio jacobita digamos que por etas tierras astures se realizó desde perspectivas más pragmáticas, pues buena excelencia es que los curricaminos dejen duros y doblones a cada paso o esquina, y no se entretengan con historias

Deben saber aquellos que peregrinan por estos predios que ha este cauce fluvial de dos amores imposibles como son el río Cares y Deva que vienen juntos a morir de su corto devaneo que empieza en Panes y fallece en Bustio en la remansada de Bustio, a cuyos pies arrulla o ensordece las aguas del Cantábrico.

Pues bien, de esas tierras arriba, del territorio lebaniense, de donde viene el río Deva, cuyo nombre recuerda a la vieja mitología céltica de tonos acuáticos como es Deva, nombre de hembra, aunque el ´rio no es ría, pero esas aguas vienen de diversas confluencias de riegas en lo extremo de la Liébana diversa, tierra de godos y visigodos, allí donde habitó Pelayo y Favila, y donde también habitó el famoso monaco ortodoxo, como lo fue el Behatus.



A este enclave cántabro de Liébana llegan de varias direcciones las Veredas de San Salvador. Una que viene por las tierras de León cruzándose hacia Liébana, la otra un poco menos oblicua arranca desde el camino francés, allá en Mansilla de las Mulas, que es lo que se conoce como Camino Vadiniense, pues por esa gran Calzada Saliámica andaban los vadinios, cruzando la Cordillera Cantábrica y adentrarse en estos abrigados valles, y cuyo camino hoy contiene no solo sus huellas sino también los correspondientes hitos salvadoreños.

Otra vereda más recta, es la que viene de Frómista, arrancando también desde el Camino que gobernara Cluny, y que tiene en Vanes y Cantamuda como lugares de advocación bajo la figura de San Salvador, y cuya traza llega al pie de San Martin de Turieno, cuna de eremitas, y cenobio de los dúplices Toribios, aunque uno fuese de Astorga y el otro de Palencia, y cuyo monasterio fue y es conocido como Santo Toribio de Liébana, de ahí que ya se hablase en su tiempo de la cuestión  turibiense.


También de lo profundo de la montaña cántabra llega a Liébana otra Vereda, la que se deja caer después de una larga subida desde Traslapeña y tras una gran bajada se arremolinan los romeros en torno a la iglesia de San Salvador de Luriezo, tras cruzar los altos collados de Traslaventa y Pasaneu.

Para que vean que estamos en tierras santificadas ya desde tiempos viejos, predios ocupados por diversas deidades no cristianas. A estas alturas se ha de notar que las ignorancias son varias y variadas, pues a dia de hoy no sabemos si hubo godos o visigodos, si hubo tantos monasterios como se dice, y pocos explican como en Turieno, o en Pembes pudieran darse a la recreación del apocalipsis mediante pinturas, sin que nadie nos hable de las creencias de aquellos momentos..

De lo poco que sabemos, bien se puede resumir en que a pocas leguas de Bustio, en el lugar de Turieno, hubo y hay, un cenobio desde cuyo scriptorium un monje, el Beathus dibujó el famoso Apocalipsis, lo que al final se dio en llamar el Beato de Liébana, el cual abrió la caja de pandora de los libros miniados, llamados beatos.



Pero para que vean lo que son las cosas, en ese cenobio lebaniense, el Beathus, fue ya en su tiempo un cruzado de la ortodoxia romana, siendo por otra parte el primer divulgador de la figura de Santiago y de la peregrinatio jacobea por España.

Ya ven como se explican las cuestiones de la historia y la identidad territorial.

A la altura del pueblo de las cuatro casas que conforman el poblamiento de Bustio, nuestro camino “oficial” y por tanto santificado por autoridades sacras y profanas, deja de lado el territorio mansolea, como luego sucederá en otro lugar, en el Bierzo, donde el camino de bajada de Foncebadón hacia Molinaseca, se deja de lado toda una increíble historia referida a la famosa Tebaida berciana, con uno de los más importantes hitos como es la creación de la iglesia visigoda de las manos de San Fructuoso y San Valerio, y crearan mucho antes que San Benito, la llamada Regula Monachorun, pues no dejaban de ser los incipientes padres eremitas metidos a monjes ya que de sus manos también saldrá la Regula monástica comunis.



Pues lo dicho a todo esto da la espalda al Camino, dejando de lado inputs como el Acebo, o el viejo monasterio de San Pedro de Montes, sin olvidar la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba que pese a ese nombre, el Camino la obvia así como la pequeña ermita de la Santa Cruz, donde ví por primera vez la cruz astur con el alfa y omega en piedra, y fuera de mis tierras astures. Eso es lo que se obvia por aquello de dar pleitesía a Ponferrada.

Pero volviendo a los predios del concejo de Ribadedeva, en esta zona de confluencias fluviales, y peregrinaciones, existen también caminos jacobeos paralelos de no menos importancia y esoterismo que el afamado Camino de Santiago, pero que hoy se nos han quedado fuera de nuestra atención, tan mediatizados como vamos por las marcas, las guías o el móvil.

Caminos que ya conocían de antaño otros peregrinos, que, desde la zona de San Vicente por otros lares, como por ejemplo irse hacia Cades para entrar por Merodio hacia la fronteriza tierra de Panes, y hacer de este modo el camino de invierno astur, el llamado Camino de los Francos, un camino que se salta las tachuelas que para los peregrinos suponía cruzar las rías de Tina Menor, o Tina Mayor, o los cauces fluviales del Guadamía o el Sella.


Por eso se aventuraban por las Veredas de San Salvador de invierno, que iban por el interior de Asturias, al abrigo del Cuera, por la vertiente sureña por San Salvador de Abándames o San Salvador de Plecín, a través de la vieja calzada romana de Jana /una de las siete mujeres a las cuales se dice que Dios le dio el poder de la profecía.

Pero vuelvo a donde dejé el relato el otro dia, o sea en la entrada del venteado pueblo de Pimiango, cuna de los famosos mansoleas, tras dejar atrás el esotérico espacio lleno de misterios como el que nos ofrecen lugares como Tina y San Emeterio, nos vamos carretera arriba, no sin echar antes un vistazo al faro de San Emeterio, que fue construido en el año 1860 con objeto de señalar dicho saliente al mar..

Dicho faro radiante está orientado para dar luz a la navegación en ruta, o sea guiar las embarcaciones hacia la ría de Tina Mayor. En los primeros tiempos era nombrado como Faro de Tina Mayor en la punta de San Emeterio. El referido proyecto fue llevado a cabo por el ingeniero Rafael de la Cerda. Una vez terminado éste se procedió a la instalación de los diferentes aparatos cuyas características más importantes eran: aparato catadióptrico de tercer orden. Luz fija y blanca, y un alcance de 15 millas. ¡ Hay¡ la Luz…siempre la luz…, la cual recibe el recipiendario en logias tras sus viajes cuasi místicos, y de nuevo resucita en el tercer orden tras los cinco puntos del compañerismo.





Un poco antes de llegar al pueblo de Pimiango, tenemos un soberbio mirador sobre la zona marítima, sobre la llamada costa de Tor, tal y como la referenciaba el poeta Celso Amieva recordando a Thor, el dios del trueno de los escandinavos, que bien pudieron haber venerado los normandos, a los que se les supone una destacada y activa presencia en estas costas” se supone que detrás de los ricos jamones de los puercos y de las fuertes grupas de las hembras del lugar, porque perras y doblones, de eso debía de haber más bien poco.[3].

Esto de las míticas ya saben cómo son, se dice, pero luego es bueno probarlo, en ese sentido, y será bueno que el peregrino lo sepa, hay más bien contados pueblos astures que puedan ser divisados desde el mar, o sea que alguna escaramuza debía de haber por estos lares como para que los pueblos fueran construidos en las vallejas a prueba de avariciosas gentes venidas de allende de los mares.

En la zona mansolea hay cierto deseo de relacionar la raíz normanda Tor con la gran cantidad de topónimos que hay en la zona, como Toriello, Toero, Toranda, etc


Me quedo por unos instantes en tan venteado mirador mirando el amplio mar cantábrico, y pensando en cómo el personal se ancla a las tierras, pues si hay un lugar castigado por los Amenoi (vientos) Bóreas, el viento del norte que traía el frío aire invernal; Notos, el viento del sur que traía las tormentas de finales del verano y del otoño; (Ilíada II,145) Céfiro, el viento del oeste que traía las suaves brisas de la primavera y principios del verano; (Ilíada II,147) Euros, el viento del este, que no estaba asociado con ninguna de las tres estaciones griegas y es el único de estos cuatro que no se menciona en la Teogonía de Hesíodo ni en los himnos órficos. Bóreas y Céfiro suelen ser mencionados juntos en Homero, al igual que Euro y Noto. (Ilíada II,145), pues esa cualidad de ser una tierra segada por estos quehaceres homéricos, la reúne el pueblo de Pimiango

A Pimiango desde el mirador de marras, se llega en dos patadas, aunque antes nos persignaremos como buenos cristianos y peregrinos ante la Quintana de los Muertos, por aquello de rendir un silencioso recuerdo a los que pasaron al Oriente Eterno.

Cuando llego al poblamiento de Pimiango siempre me acuerdo de aquel decir de los antañones maestros de escuela que cuando nos encontrábamos embobamos con las moscas que revoloteaba, tras el pescozón salían con aquello de “¿Estás en Pimiango?”



Ahora que conozco Pimiango, el lugar tiene poco para embobarse, este poblamiento es más bien pequeño, y como tal se halla en la cumbral de la sierra por cuyo motivo es barrido por todos los vientos dominantes, lo que hace que la villa forme un circulo de protección donde casi todas las casa presentan su fachada más fea y cerrada a los cuatro punto cardinales, y las puertas de las casas se construyan hacia el interior, lo cual le da un aspecto de cierto aislamiento que además debieron trasmitir sus viejos habitantes, los mansoleas[4] a su idiosincrasia y como no al urbanismo del pueblo.

Estos hombres y mujeres, los mansoleas tenían una lengua propia, y cuyo patronímico parece venir según dice Jaime Izquierdo de de man, hombre y de solea, suela, es decir de los zapateros (hombres de la suela).

Estos zapateros (hombres de la suela) caminantes de las tierras calizas y luego de las terrosas de la meseta, eran portadores de cierto saber ancestral vivido y percibido de sus predios de misterio: Pindal, Tina, San Emeterio. Etc.


En general estos mansoleas eran gentes trashumantes, pues se encontraban la mayor parte del año fuera de casa, ya que tan solo venían a pasar con los suyos las fiestas del pueblo. “Por aquellos años en los que los mozos cruzaban "los arcos del palaciu" con un hatillo de ropa, un poco de borona y un futuro incierto por delante, dejando en el dintel de la puerta los rostros de los viejos con su pañuelucu negro y su boina zaida y parduzca”.

Estos personajes además de hablar una curiosa jerga profesional, eran unos grandes fabuladores como así lo demuestra, aunque esté sin probar que uno de ellos fuera compañero de viaje de Hércules en sus trabajos, eso se refiere en la largas noches pimiamanguesas a la luz de la lumbre.

Aunque hay historias más cercanas y contrastables como la aventura del uno de estos zapateros, un gran mansolea que fue un falso cura que ejerció en el pueblo lebaniego de Tresviso, que hizo de .«belurdieru panizu» (falso cura en mansolea)

Se dice y se cuenta que en las kalendas de 1842 un zapatero de Pimiango, de 61 años de edad y por más señas llamado José Manuel de Cue y de la Borbolla, se proveyó de la correspondiente sotana y puso camino a la aislada aldea de Tresviso, donde se hizo pasar por sacerdote y ocupando durante un cierto tiempo la plaza de presbítero que se encontraba vacante en la localidad cántabra de Tresviso.


Esta historia cautivó al escritor llanisco Celso Amieva, quien basándose en noticias que le proporcionó a su vez el poeta llanisco Emilio Pola, escribió sobre el zapatero remendón que además parece ser que utilizó su jerga gremial, llamada mansolea, a modo de singular latín por aquello de dar el pego, como además había sido monaguillo en su primera juventud le sirvió de mucho en el desarrollo de sus nuevos quehaceres eclesiásticos.

Al cabo de seis meses de estar ejerciendo el sacerdocio fue reconocido por un mendigo, que según la leyenda y según el poema, le descubrió el sacristán como acota el poeta Amieva.

Trasladado a Oviedo, permaneció en la cárcel seis meses. No sabemos que sería a partir de éste momento de este mansolea, un buen pillo y granuja, al que Celso Amieva dedico estos párrafos.


<.... Mucho tarda en llegar el aviso / mucho tarda en cruzar el puerto. / La alta parroquia lebaniega se impacienta, / que el nuevo párroco nunca llega. / Murmura amargamente / del Obispo la gente. / Aislado en su nido de los Picos de Europa, / Tresviso es pobre y rudo; su flamante pastor,/ que debe tentarse bien la ropa / para allí apacentar ovejas del Señor. / Entre tanto el rebaño a solas pace. / Mas, Su Ilustrísima ¿qué hace? / La villa de Tresviso critica ya muy recio / aquel episcopal desprecio. / El párroco de Sotres, de manera interina, / Ya se ocupa de Tresviso........ <...Ya dijo san Gregorio Nacianceno / que el feligrés más bueno / no es el que reza mas, hermanos míos, / sino el que de mañana / coge valientemente sus atavíos / y sudando se afana / por llevar él a cabo labor como de dos. / Según este gran santo, / El trabajar así responde a cuanto / en sus diez mandamientos manda Dios / He aquí lo que predica / el de Tresviso nuevo cura, / quien su sermón aplica / y trabaja por tres, con mano dura. / Misa, rosario, confesión, novena, / catecismo, bautismo, comunión, / viático, entierro, boda.... nada llena / su jornada, su celo, su pasión. / Le hace falta algo más, otro trabajo / suplementario. Su cajón ha abierto / y remienda zapatos a destajo / y hace corizas para los del puerto, / chácharas historiadas para críos, / borceguíes arrieros / para mozos bravíos / y es un fénix de curas y un as de zapateros. / Tresviso está maravillado / y, como sigue el santo ejemplo / que le viene del templo, / saldrá beneficiado. / El queso de Tresviso, / merced a esmerada labor, / va a cubrir de oro al productor / y la villa será un paraíso. / Hay que imitar al cura de Dios obrero, / Mas obrero también del cuero / quien se gana la vida con holgura. / Todo el mundo es a la tarea, / en Tresviso impera la paz. / Por el cura señor don Crispín MANSOLEA, / el tronera del pueblo se torna buen rapaz. / Mejor se avienen los vecinos , / murmuran menos las mujeres, / no se emborracha el tio Longinos, / formalizan los mozos sus quereres. / La vida montañesa es menos ruda, / pues impera la mutua ayuda. / Tresviso está de su pastor ufano, / cántale loanzas sin fin. / Es verdad es un cura muy aldeano / y mal farfulla su latín, / un latín que se entiende poco, / mas... de Tresviso en el confín / nadie sabe latín tampoco. / El cura mansolea sabe jugar al tute si el caso se plantea, es buen conocedor de quesos, / a la bota de Liébana da larguísimos besos / y es todo un hombre/ Atento a no menoscabar su fama, / vive en la rectoral sin ama. / ¿Qué valen a su lado los más famosos curas que la comarca ha visto......?>>.

Como vemos el pueblo, el mansolea fue poco estudiado e ignorado casi por completo, del cual se conserva su jerga gremial, pero no por ello dejaron de ser doctos en el saber sobrevivir, lo cual recuerda por situación y ubicación a la de otros pueblos que están en el camino: los agotes en Navarra, los maragatos en Astorga, o los cercanos vaqueiros en el camino de Tineo, o en el costero que nos ocupa y en el que ellos ocupan un destacado lugar

En el diminuto pueblo se levanta con orgullo el busto del Teniente Coronel Emilio Villegas Bueno, fallecido en Ramla (África) en diciembre de 1924.



También en la villa existe una antigua veneración por una imagen de la virgen que se trajo del Monasterio de Tina, que tiene mucho que ver con las vírgenes negras de la tradición hermética, debido a su forma y posición dicha figura, y algunas cosillas más que se hace largo explicar, la cual está depositada en la ermita de otro santo caminero como es San Roque. La figura de San Roque suele aparecer indicando la rodilla desnuda, (como mandan los cánones esotéricos) y en algunas ocasiones aparece con la cruz del temple, tal y como se muestra en una estatua existente en el Ayuntamiento de Zaragoza.

La rodilla izquierda es, -el simbolismo de los constructores-, una señal de reconocimiento, un testimonio de estar en el secreto de la rótula, del compás, de las leyes divinas de la construcción, y es a su vez, la rodilla, una parte del cuerpo humano que en la ceremonia de iniciación los profanos que desean penetrar en el Hermandad de Hiram deben enseñar.

Pero dejemos estos viejos arcanos que nos podían llevar tantas páginas y bien hacia Colombres o bien hacia la playa de la Franca, pero eso será en esta entrega pues esta aquí concluye.

Victor Guerra. 

[1] Guía monumental, histórica, artística industrial, comercial y de profesiones. 1923, pág 522.
[2] Francisco Jordá Cerda. Guía de la cuevas prehistóricas asturianas. Ediciones Ayalga 1976
[3] Izquierdo Vallina, Jaime: El país de Celso Amieva (Guí a la costa Oriental de Asturias y la sierra del Cuera. Edt. KRK. Oviedo 1999.
[4] Mansoleas: zapateros que salían a trabajar su oficio por otros pueblos o ciudades. Entre ellos hablaban la jerga o idioma mansolea, para que no los entendieran y hacer así la venta o el trato de su trabajo a su gusto y antojo.

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